“Las parejas que tienen mejor ajuste personal, marital y social son las que mejor se integran en los programas de Reproducción Asistida, mejores resultados obtienen y mayor satisfacción expresan”. (Sabourin et al., 1991).
Los aspectos emocionales negativos involucrados en la infertilidad han cambiado en las últimas décadas, transformando su connotación de ser la propia causa de esterilidad, a convertirse en el resultado de la misma.
En la actualidad, el incremento en la edad de decisión de tener un hijo genera un estrés adicional en la pareja al acercarse al límite de tiempo biológico para conseguir un embarazo, existiendo además, otros factores indicativos en los TRA como son la realización de las pruebas diagnósticas, el tiempo transcurrido entre el conocimiento de la causa de infertilidad hasta que se inicia el primer tratamiento, etc. Así es, que el miedo y la ansiedad que genera esta situación de incertidumbre es compartida por la mayoría de personas que están en la misma situación.
Cada diagnóstico de infertilidad tiene sus diferencias; sin embargo, hay investigaciones que determinan que tanto el estrés, como la depresión y la ansiedad por la fertilidad, son comunes a gran parte de los diagnósticos, afectando de manera significativa al desarrollo y resultado de los tratamientos de reproducción asistida.
En relación con estas conclusiones, existe una clara evidencia científica que avala un aumento significativo en la probabilidad de conseguir el embarazo tras la intervención, si se ha realizado con acompañamiento psicológico.
“El apoyo del psicólogo a los pacientes de tratamientos de Reproducción Asistida se traduce en una menor tasa de abandono de los tratamientos y una mayor tasa de embarazos y nacidos vivos”. (Domar et al., 2000; Dolz y García, 2002).
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